ERA UNA TARDE del verano (1983),cuando me hallaba paseando a la orilla del rio Duero, en la ciudad de Zamora,habìa acudido a la ciudad castellana para dejar a uno de mis hijos internado en la Escuela de Formaciòn Agraria donde realizaba sus estudios.
Tarde calurosa de septiembre que invitaba a recorrer las orillas del del Rio Duero, que con sus aguas aparentemente turbias bordea la ciudad zamorana,entre arbolada y sembrados de trigo que crece a su alrededor.
A poca distancia caminaba un pastor con su zurròn acuestas y un corderito bajo el brazo.Me acerco y nos saludamos.¿Cuantas ovejas componen el rebaño?.Puès unas doscientas.¿ Y ese corderito en el colo?. Es que ha nacido en el recorrido y ahora lo llevo al establo,que se halla ahì a la vuelta.
Zamora es una ciudad encantadora.He estado en ella varias veces y cada vez que viajo a tierras de Castilla o Extremadura suelo visitarla para saborear el cordero al horno,que tan exquisitamente se cocina por estas tierras. Tambien me sigo recordando del marisco que hemos llevado a una cacerìa desde Galicia. El cocinero no sabìa de preparaciòn y lo pasò por el horno igual que el cordero. Nos dijo que nunca habìa paseado a orillas del mar por lo tato no sabìa ni de mariscadas y menos de mareas vivas, solo de trigales y viñedos,ovejas y cabras. De la arena y el mar ...